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Parroquia de la Encarnación de Tabernas

San Isidro Labrador

Festividad de San Isidro labrador

Cuarenta o cincuenta años antes de que ocurriera, el cónsul de la República de Roma Cicerón había escrito:” DE una tienda o de un taller nada noble puede salir”. Unas décadas después, en el año primero de la era cristiana, salió de un taller de carpintero el Hijo de Dios, Las mismas manos que crearon el sol y las estrellas y dibujaron las montañas los mares bravíos, manejaban la sierra, el formón, el  martillo y los clavos, trabajando la madera. Desde entonces, ni la azada, ni el arado, ni la faena de regar y de escardar tendría que avergonzarse ante la pluma ni ante el manejo de los medios modernos de comunicación, ni ante las coronas de los reyes.

 

El patrón de aquella villa recién conquistada a los musulmanes, Madrid hoy capital de España, no es un rey poderos, ni un papa piadoso, ni un poeta o sabio de renombre. El patrón de Madrid es un obrero humilde, vestido pobremente y con las manos curtidas de callos. San Isidro es un labrador como el padre de Jesús cuyas palabras nos transmite el mismo Jesús en los Evangelios, al recordarnos que Él es la verdadera vid y el  Padre es el   labrador.

 

Fue un héroe que cumplió el “orar et labora” benedictino, es decir el “orar y trabajar”. Pues la oración era el descanso de sus duras faenas diarias, y la faena de cada día eran su oración. Labrando la tierra sudaba y su alma se iluminaba.los golpes de la azada, el chirrear de la carreta y la lluvia del trigo en la era, iban acompañados por el murmullo de la plegaria de alabanza y gratitud mientras evocaba las palabras que él había escuchado al despertar el día en la misa diaria en la Parroquia madrileña de San Andrés

El cielo y la tierra eran los libros de aquel trabajador animoso. Que no sabía leer: La tierra, con sus brisas puras, el murmullo de sus aguas claras, y el canturreo de los pájaros. La tierra fertilizada por el sudor del labrador, y bendecida por Dios, se renueva año tras año en las hojas verdes de sus árboles; en la belleza silvestre de sus flores, en los estallidos de sus primaveras, en los crepúsculos de sus tardes otoñales, con el aroma de los prados recién segados. Isidro  se queda quieto, silencioso, estático, con los ojos llenos de lágrimas, porque en aquellas bellezas di visa el rostro amado de Dios.

 

Un rostro que hoy el bueno de San Isidro Labrador nos invita a contemplar para que también nosotros podamos ver las grandes maravillas que Dios hace con cada uno de nosotros si con humildad de corazón dejamos que Él obre  en nuestras vidas cristianas.

 

      Parte de la homilía pronunciada por Don J. Fausto  Martin Mancebo, Párroco de Tabernas,

                     En la fiesta de San Isidro Labrador del año 2014

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